Cuando
una experiencia -una reunión de amigos, unas vacaciones, que tus hijos crezcan
y se vayan de casa- llega a su fin, mueres un poco.
La «forma» que esa
experiencia tenía en tu conciencia se disuelve. Esto suele producir un
sentimiento de vacío que muchas personas prefieren no sentir, no afrontar.
Si
puedes aprender a aceptar, e incluso a dar la bienvenida a los finales de tu
vida, tal vez descubras que el sentimiento de vacío, que inicialmente te
pareció incómodo, se convierte en una sensación de espacio interno que es
profundamente apacible.
Aprendiendo
a morir diariamente de este modo, te abres a la Vida.
1 comentario:
Así es, Alicia, es mejor irnos preparando y aprendiendo diariamente, el futuro es incierto.
Abrazos.
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