En la mayoría de las antiguas y sabias culturas es una práctica común que las personas le hablen al corazón. Todas las tradiciones espirituales tienen rituales, leyendas y métodos de meditación para despertar la voz del corazón.
Esta práctica es fundamental para vivir con sabiduría porque "el corazón es la fuente que nos conecta con toda la vida y nos permite intimar con ella. Y la vida es amor". La cualidad misteriosa del amor nos rodea por todos lados, tan real como la gravedad.
Con cuánta frecuencia nos olvidamos del amor! Si queremos amar, dediquemos tiempo a escuchar nuestro corazón.
Nuestro corazón está muy cerca; es como si un extraordinario desvanecimiento nos ocurriera en medio de la complejidad y el trajín de la vida moderna y olvidáramos lo más importante. Creemos que tenemos tiempo, pero nadie sabe con certeza cuánto tiempo en realidad le queda. En el fondo de nuestro corazón existe una voz que sabe, que conoce, un canto que puede recordarnos aquello que más apreciamos y añoramos, aquello que desde niños hemos sabido.
Los miembros de una tribu de África oriental reconocen este canto incluso antes del nacimiento. En dicha tribu la fecha del nacimiento de una criatura no es el día del parto, ni siquiera el día de la concepción. Para ellos la fecha de nacimiento coincide con el instante en que la madre piensa por primera vez en ese hijo o hija.
La madre, consciente de sus intenciones de concebir un hijo con un hombre específico, se aleja para sentarse solitaria a la sombra de un árbol grande. Allí se sienta y escucha con atención hasta que puede oír el canto de la criatura que ella espera traer al mundo. Una vez que ha oído la canción, vuelve a la aldea y se la enseña al padre para así poder cantarla juntos mientras hacen el amor, invitando a la criatura a que se les una.
Oír una historia así nos hace anhelar esa capacidad de escuchar, y quisiéramos que nuestra vida y nuestro canto fueran considerados y guiados desde tan alta magnificencia.
Llevamos vidas complejas en tiempos metalizados, donde impera la ambición y nos dirigen desde afuera. Con cuánta frecuencia hemos olvidado escuchar. Resulta difícil estar en contacto con nuestro corazón en medio de una vida ocupada.
Anne Wilson Schaef, que escribe sobre la sociedad adicta, nos dice lo siguiente:
"La persona que mejor se adapta a la sociedad moderna es la que no está ni muerta ni viva, solo anestesiada, un zombi. Una persona muerta no puede aportarle trabajo a la sociedad y una que esté en verdad viva se verá obligada a decir 'no' permanentemente a muchos de los procesos sociales; el racismo, la contaminación del medio ambiente, la amenaza nuclear, la carrera armamentista, el uso de líquidos peligrosos y alimentos cancerígenos. Así, resulta evidente el interés de la moderna sociedad de consumo por promover todas aquellas cosas que suavizan la magnitud del problema. Nos mantienen ocupados tras nuestras dosis diarias o ligeramente anestesiados. En este sentido, nuestra moderna sociedad de consumo se comporta como un adicto".
Con razón nos cuesta trabajo permanecer en contacto con el corazón! Cuando logramos hablar con el corazón, debemos hacer las preguntas más honestas posibles.
**¿Cómo nos sentimos respecto de la forma de vida que llevamos?
**¿Si nos conduce a la tranquilidad, la creatividad, la integridad y el respeto?
**¿0 acaso las responsabilidades que conlleva nuestra vida de adultos le construyeron una prisión a nuestro cuerpo y a nuestra alma?
El amor comienza cuando reconocemos lo que más profundamente nos llena.
No es lo que poseemos ni lo que hacemos, sino el estado de nuestro corazón.